7/4/2024 | New York Times
Hubo ansiedad en el aire delgada de la montaña cuando los líderes económicos del planeta se reunieron en enero en Davos para la 54ª reunión del Foro Económico Mundial. Donald Trump acababa de aplastar a Nikki Haley en las asambleas de Iowa, asegurando prácticamente la nominación republicana para presidente. Haley era confiable, una cantidad conocida. Un renaciente Trump, por otro lado, era más preocupante.
Los asistentes a Davos necesitaban tranquilidad, y Jamie Dimon, presidente y director ejecutivo de JPMorgan Chase, tenía algo que ofrecer. En una entrevista con CNBC que hizo titulares en todo el mundo, Dimon elogió las políticas económicas de Trump como presidente. "Seamos honestos", dijo Dimon, sentado frente a un fondo de siempreverdes cubiertos de nieve, vestido de forma casual con un blazer oscuro y una camisa polo. "Tenía razón en cierta medida sobre la OTAN, tenía razón en cierta medida sobre la inmigración. Hizo crecer la economía bastante bien. El comercio. La reforma fiscal funcionó. Tenía razón en algunas cosas sobre China". Cuando le preguntaron cuál de los posibles candidatos presidenciales sería mejor para los negocios, optó por no tomar partido.
"Me prepararé para ambos", dijo. "Nos ocuparemos de ambos".
Dimon preside el banco más grande y rentable de los Estados Unidos y lo ha hecho durante casi 20 años. Quizás más que cualquier otra persona, él representa al establishment de Wall Street y, por extensión, a Estados Unidos corporativo. Con sus comentarios en Davos, parecía estar enviando un mensaje de buena voluntad a Trump en nombre de ellos. Pero también parecía estar tratando de tranquilizar a sus colegas globalistas, asegurándoles que Estados Unidos, durante mucho tiempo un refugio para inversores que huían del riesgo en democracias menos estables, seguiría siendo un destino seguro para su dinero en una segunda administración de Trump.
Como señaló Dimon, a pesar de la retórica extrema de Trump durante la campaña de 2016, con sus amenazas de romper los acuerdos comerciales internacionales de Estados Unidos y sus ataques a la "globalización" y la "élite financiera", su presidencia, al igual que la mayoría de las presidencias, resultó ser favorable a los negocios. El mundo corporativo terminó con muchos aliados en la administración, desde el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, un exejecutivo de Goldman Sachs; hasta el secretario de Comercio, Wilbur Ross, un gurú de la quiebra educado en Harvard Business School; hasta Jared Kushner, yerno de Trump, quien aspira a ser un jugador de Wall Street. Y la agenda económica de la administración Trump, que incluía reducción de impuestos y desregulación, en gran medida favoreció los intereses de las empresas; JPMorgan ahorró miles de millones de dólares al año gracias a los recortes de impuestos corporativos de Trump.
Pero Trump y quienes lo rodean están señalando que una segunda administración de Trump sería muy diferente. Prometen una agenda económica y un estilo de gobierno más populistas, con aranceles elevados sobre productos importados y medidas punitivas contra las empresas que hacen negocios con China. Y su equipo ha dejado en claro que Trump está dispuesto a avanzar sin el consentimiento de la comunidad empresarial. "Verán a leales", dice Brian Ballard, recaudador de fondos y exabogado de Trump. "¿Los superhombres de Wall Street que pensaban que eran los más inteligentes de la habitación? Ese tipo de cosas no las tolerará".
Los académicos que han dedicado sus carreras a estudiar los movimientos populistas no están confundidos sobre lo que se puede esperar. Han visto que esta secuencia de eventos se repite antes, con efectos desastrosos no solo en las democracias, sino también en los negocios y los líderes empresariales. Si la historia ofrece alguna guía, dicen, la multitud de Davos debería estar mucho más preocupada por un segundo mandato de Trump.
Después del Brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2016, no quedaba ninguna duda de que la historia había comenzado de nuevo. Una nueva ola populista ya se había estado gestando durante años, pero los líderes empresariales del mundo aún no se daban cuenta del creciente rechazo a la globalización. Los mercados de valores de todo el mundo cayeron en picada mientras los inversionistas se preocupaban por lo que esta ola de nacionalismo podría significar para Europa y la economía en general.
El ascenso de Trump parecía marcar la llegada de esta ola a las costas de Estados Unidos, pero su retórica anti-globalización en la campaña no significó mucho una vez que asumió el cargo. La comunidad empresarial obtuvo los recortes de impuestos y la desregulación que quería, incluso si la imagen pública de Trump creó problemas para los ejecutivos que tenían que rendir cuentas a accionistas o empleados. Sus recuerdos de esa época seguramente se han vuelto más esperanzadores debido a sus frustraciones con el presidente Biden, quien ha sido un regulador mucho más proactivo.
Los estudiosos del populismo advierten que una segunda administración de Trump podría ser mucho más desestabilizadora para los líderes empresariales de Estados Unidos y para el orden económico global más amplio. Trump no ha ocultado sus intenciones de implementar políticas proteccionistas y enfrentarse a China. Estas políticas podrían aumentar el costo de los bienes, crear problemas en las cadenas de suministro y provocar hiperinflación. Además, el control estatal sobre el sector empresarial también podría aumentar, lo que pondría en peligro la estabilidad económica y la confianza en los mercados financieros.
En resumen, una segunda administración de Trump podría causar una gran incertidumbre y volatilidad en el panorama económico global. Los líderes empresariales deberían estar preocupados por las políticas proteccionistas y la retórica anti-globalización de Trump, así como por su disposición a avanzar sin el consentimiento de la comunidad empresarial. La historia nos muestra que los líderes populistas pueden tener efectos desastrosos en las economías y las empresas. La fragilidad de la globalización y la capacidad de los líderes populistas para apretar el control estatal sobre el sector empresarial son motivos de preocupación. Los ejecutivos corporativos deben considerar sus opciones y prepararse para un futuro económico potencialmente peligroso bajo una segunda administración de Trump.
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